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el ritmo que nos mueve

Ética a Nicómaco

En ocasiones uno se pierde y se vuelve a encontrar mientras platica con otra persona, o mientras come, o mientras duerme. Uno se va buscando entre la demás gente, entre sus propios movimientos, entre el nomeacuerdo y loquehiceayer. Hay días que uno siente que se ha dejado en algún restaurant, en alguna banca, en alguna mirada. Y se busca interminablemente, uno no puede estar sin uno.

Cómo me gustaría ser como yo.
Tener el tiempo que yo tengo
para salir a caminar cuando yo quiera,
para leer lo que le venga en gana
a mi gana más íntima y soltera;
interrumpir sin que nadie se asfixie
cualquier obligación etiquetada;
para estar en pleno uso de la soberanía
de ir a pie por las calles,
descubriendo raíces que aparecen
quebrantando las reglas del asfalto.
Cómo me gustaría, de veras,
dedicarme una noche a platicar conmigo,
cada quien con su trago,
discutir, discrepar, desentonarse,
hasta que el pobre espejo
se quedara dormido
con el rostro apoyado sobre el azogue opaco.
Cómo me gustaría que a los dos
nos gustara la misma
y que uno tuviera
que ceder y cediera
por desatarle al otro las dos manos.
Cómo me gustaría
que yo y que yo
fuéramos tan amigos.

*de Eduardo Casar

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